En esta categoría, pretendemos
incluir las argucias más frecuentes que utilizan tanto los agresores acústicos
como aquellos funcionarios que los apañan, para ridiculizar el pedido de los
damnificados por la violencia sonora que genera la música. Por lo tanto, bien
podríamos llamarla la mentira gubernamental, para no ser injustos con algunos
integrantes del Estado que entienden y defienden el derecho de los ciudadanos a
vivir en un entorno saludable y no ser invadidos ni molestados por nadie.
Música vs. conversación
Una de las más frecuentes, cuando
uno reclama que las ordenanzas se ajusten a los valores recomendados por la Organización Mundial
de la Salud
para descansar sin interrupciones (30 decibeles en la noche); es que una
conversación entre dos personas en una oficina con aire acondicionado llega por
lo menos a los 55.
Lo primero que hay que decir es
que comparar el sonido de la música con el de una conversación es un absurdo, que
solo un ignorante o muy perverso puede plantear, porque la voz humana tiene una
frecuencia media que es la menos molesta de todas y la música una combinación
de bajas y altas que se perciben con mayor intensidad y perturbación. Por otro
lado, las frecuencias medias se atenúan con facilidad y las bajas no, dado que
atraviesan paredes, puertas y ventanas. Por lo que, a igualdad de decibeles, la
música resulta mucho más invasiva y mortificante que una conversación y, por lo
tanto, su tolerancia debe ser mucho menor.
Igualmente hay que aclarar que el
ejemplo de la conversación tampoco es válido en sí mismo, porque la medición de
“tal conversación” alcanza esa cifra colocando el sonómetro (popularmente
conocido como decibelímetro) a menos de un metro de distancia de la fuente
emisora o persona que la realiza, mientras que la toma para la música o
cualquier otro tipo de sonidos denunciados se efectúa en un predio vecino donde
la “conversación dentro de una oficina” difícilmente sobrepasaría el cero porque no
es audible. Por lo tanto hay aquí una falsedad ideológica, porque los términos
no son equivalentes y los lugares donde se toma la medición tampoco. De todas formas,
ninguna persona puede dormir en medio de una conversación entre dos personas.
Con lo cual queda demostrado que ninguno de estos argumentos es serio ni
válido.
Música vs. automóviles
Otra de las falacias consiste en comparar la música con el
ruido de un colectivo, automóvil o cualquier otro vehículo. La razón que se
esgrime en este caso es que si un automóvil silencioso mide 65 decibeles cómo
se pretende exigir 30 o 35 para la música. La respuesta es muy sencilla, en
primer lugar la baja frecuencia producida por instrumentos musicales es más
percusiva que la de un automóvil o colectivo, y por lo tanto más agresiva y en
segundo lugar, la música tiene un altísimo contenido semántico mientras que el tránsito
es mucho más neutro. Así, por ejemplo, a igual nivel y características, el
ruido del tránsito resulta generalmente menos molesto que una música no
deseada.[1]
¿Qué es el
contenido semántico?
La capacidad de desencadenar procesos mentales capaces de
distraer voluntaria e involuntariamente nuestra atención e interferir con las
actividades que estábamos realizando, y cuando esa interrupción no es deseada
ni grata sino que es impuesta por un tercero sin nuestro consentimiento y daña
nuestra psiquis, puede llevarnos a tomar determinaciones drásticas (denuncias,
enfrentamientos, homicidios, etc). En el caso de la música, este proceso se da
por la existencia de estructuras rítmicas, melódicas y armónicas que evocan
situaciones de alto valor simbólico para el receptor.
La música es uno de los sonidos que más contenido
semántico tiene por eso es que trasciende lo psicológico (la esfera de lo
natural) y adquiere una dimensión espiritual. Ese es uno de los motivos por los
que se la utiliza como forma de alabanza en diferentes cultos y por el que
puede producir paz o perturbación.
¿Por qué se niegan
los funcionarios?
Ahora bien, debemos preguntarnos ¿por qué los funcionarios inventan todas estas falacias para no sancionar
el ruido proveniente de la música?
¿Porque le gusta a mucha gente? ¿Hay una industria muy poderosa detrás?
¿No se animan a pagar el costo social? ¿Son socios de boliches y discotecas?
¿La utilizan como instrumento de manipulación para entretener a la gente y que
no se de cuenta de lo que sucede?
Es responsabilidad de todos los
funcionarios aplicar la ley y el orden, velar por la salud y los derechos de
los ciudadanos y garantizar un entorno saludable. Si no tienen las agallas
suficientes, priman otros intereses, o no se animan a pagar el costo necesario
para hacerlo, deben dar un paso al costado y dejar su lugar a quienes sí están
dispuestos.
[1] MIYARA, Federico. 2005.
“Ruido y Contenido Semántico”. http://www.fceia.unr.edu.ar/acustica/biblio/semantico.pdf
Gracias jorge por tú excelente aporte a la sociedad, buscando el bien y diciendo la verdad que muchos ocultan y temen pues quieren seguir en sus miserables puestos públicos parasitando a la clase honesta y trabajadora. La verdad sea dicha
ResponderEliminares verdad, yo tuve mediaciones en la fiscalía donde se burlan de quien reclama ruidos molestos bajo el lema_ si es musica como no te va a a gustar_. las respuestas son mas que insolentes y desubicadas. los funcionarios todos tiene algun arreglo con los bares y de ahi que el problema tienda a ser minimizado. sumado a que el sonido fuerte y el alto volumen son socialmente aceptados como sinonimo de diversión y el que no lo comparte esta mal visto ya que es calificado negativamente.
ResponderEliminarMe pasa continuamente, que los funcionarios miran hacia otro lado, cuando hago el reclamo.
ResponderEliminarDe hecho, han puesto un contestador, en el que hay que dejar nombre y teléfono, pero nunca devuelven la llamada.Porque de hacerlo, tendrían que dar un número de reclamo.
Por eso ahora, cada vez que los llamo, verifico bien la hora, y voy guardando la acumulación de denuncias fallidas.
Algún día me servirán.
En cuanto al contenido semántico(siempre se aprende algo nuevo), yo solía explicar que el cerebro retiene estructuras, y esa es la razón, por la que una vez cesado un ruido de un martillo, o de un taladro, u otro instrumento o herramienta, acaba la molestia.
Pero una vez extinto el ruido de música, o de una murga, a uno le queda esa estructura enquistada, y no puede quitársela por un buen tiempo, e incluso puede recordarla apesar suyo, impidiéndole esto, concentrarse en lo que uno desea..