Existen dos formas convencionales
de medir el sonido: una es en el lugar en que éste se produce y la otra en
predios vecinos. A la primera comúnmente se la denomina emisión (o inmisión interna) y a
la segunda, inmisión
(o inmisión externa).
Cuando se legislan decibeles de emisión
lo único que se tiene en cuenta es el daño
auditivo porque se supone que los que concurren a un determinado lugar como
por ejemplo una confitería bailable comparten el tipo de música que allí se
ejecuta o dicho de otro modo, el sonido que se emite les resulta agradable y lo
único que hay que proteger es su oído que se lesionará, más allá del gusto, al
superar cierta cantidad de decibeles.
Cuando lo que se legisla es la inmisión,
es decir la intromisión del sonido en un predio
ajeno, el límite debe ser mucho más bajo porque es probable que a
quienes viven en ese lugar no les resulte agradable sino agresivo y por lo tanto sea
percibido como ruido y cause innumerables perjuicios en la salud (ver Efectos
en la Salud).
Los parámetros para establecer el
daño auditivo no son unívocos. Para algunos profesionales a partir de los 60
decibeles ya se producen lesiones que son irreversibles, para otros a partir de
los 70 y los más osados hablan de 80 o 90. Ante un rango tan amplio parece
lógico suponer que quizás, a partir de los 60, se produzcan lesiones leves y a
partir de los 90, agudas que conlleven la pérdida de la audición a corto plazo.
En cualquier caso es recomendable tratar de minimizar los sonidos y reducir el
volumen lo más bajo posible para no perder la sensibilidad auditiva que es muy
importante no solo para oir sino también para la seguridad y el equilibrio
físico.
A diferencia de lo que sucede con la emisión,
en la inmisión si existe consenso en cuanto a los límites que se deben fijar para
evitar que la filtración de un sonido en un predio distinto al que se produce
pueda afectar a un tercero. La Organización
Mundial de la
Salud, que se abocó al estudio del tema desde la conferencia
de Helsinki (1972), ha comprobado que cualquier sonido por encima de 30 decibeles
en la noche adquiere la capacidad de despertar una persona y que a partir de
los 35
interfiere con la comunicación oral. Por otro lado, el científico español
Eduard Estivill, director de la Unidad de Alteraciones del Sueño del Instituto
Dexeus de Barcelona, descubrió en 2011 que los microdespertares (estímulos
acústicos por
debajo de 30 decibeles) hacen pasar de una fase profunda del sueño a
otra más superficial, que aunque no despierte, resta casi un millón de años al
total de la esperanza de vida de los europeos.
Estos últimos descubrimientos han llevado a la
mayoría de las ciudades de los países desarrollados que se preocupan por evitar
conflictos entre vecinos a fijar como tope 30 decibeles de inmisión para la noche y 35 para el día y aquellas que se empeñan en
proteger la calidad del sueño (ejemplo: Madrid) 25 para la noche.
En los países subdesarrollados donde la
ignorancia cunde y todavía se vincula la alegría con el volumen de la música,
muchos de estos cambios aún no se han dado por desconocimiento, falta de
voluntad política y de organizaciones de vecinos que los promuevan. Por tal
motivo, la normativa de algunas ciudades sólo fija decibeles de emisión,
pensando que el ruido solo produce daño auditivo como lo creía el resto del
mundo hace 50 años.
deben de tener en cuenta que la perturbación más mínima como puede ser un interruptor de pared o un mínimo ruido que imaginen, en el silencio de la noche hace que nos sobresaltemos y esto repetidamente se convierte en una tortura. De hecho se ha utilizado así. CUALQUIER DIFERENCIAL POR MÍNIMO QUE SEA provoca esto. No hace falta contar tantos decibelios
ResponderEliminara 40 metros de mi domicilio estan por reabrir un boliche bailable que cuando estaba abierto era muy molesto el ruido de inmicion pensamos hablar con las autoridades y exigirles qeu corrijan ese problema lo qeu me interesa saber como medir la insonorisacion pera yo pedir estar presente cuando las autoridades la efectuen .
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